En mi travesía como mago, descubrí un poder aún más mágico: el poder de hacer una diferencia en la vida de los demás.
Y es que nada es más maravilloso que la sonrisa de un niño, pero no todos los pequeños tienen la posibilidad de afrontar la vida con la perpetua alegría que suele regalar la infancia. Una enfermedad o una discapacidad es capaz de borrar las sonrisas de los más inocentes.
Me enorgullece decir que, actualmente, soy parte de la Fundación Abracadabra de Magos Solidarios.
Habitualmente asisto a repartir magia solidaria a hospitales, centros ocupacionales, galas benéficas... Allí te das cuenta de que la magia no solo entretiene, sino que también ilumina los corazones de aquellos que más lo necesitan.
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